6º Visita (Visita Obligatoria): Sostener el Infinito en la Palma de la Mano.
Sostener el Infinito en la Palma de la Mano
Por Eugenio Ampudia.
Visita realizada el sábado 27 de octubre de 2018.
De nuevo, me dirijo hacia las superpobladas calles de Madrid para embarcarme en una nueva visita artística. Esta vez no sabía con seguridad qué me iba a encontrar, pues tanto el título como la descripción no son muy explicativas. Por supuesto, sabía que sería una exposición de este arte contemporáneo tan difícil de querer. Mi opinión general aún es algo confusa, pues realmente no sé si me gustó o me resultó una broma como la visita anterior. Desde luego, me reí.
Lo primero con lo que uno se topa al entrar es cuanto menos original y curioso. Una especie de laberinto de obstáculos en forma de relojes se exponen como una obra de arte.
Así es como se ve desde arriba, pero desde el suelo es mucho más impactante.
Realmente uno no sabe qué opinar a primera vista de estas manecillas que rotan con lentitud, amenazando la integridad corporal de uno mismo si te acercas demasiado. Tras pensarlo un rato, su significado es más literal de lo que a priori pueda parecer (según mis conclusiones). El espectador debe de ir esquivando las agujas para llegar al otro extremo de la sala, debe sortear los relojes. Por tanto, se está esquivando el paso del tiempo (cuya manifestación más literal es un reloj).
Creo que lo que Eugenio quería representar es cómo transcurren nuestras vidas al margen del tiempo, pues muchas veces intentamos huir del minutero que nos indica que la vida se agota. Nuestra vida gira en torno al paso del tiempo: nuestro trabajo depende de unos márgenes de tiempo que nos provocan estrés si no son cumplidos, buscamos irremediablemente cómo permanecer jóvenes e intactos al paso del tiempo, buscamos inmortalizar infinitamente en el tiempo momentos fugaces... Es una paradoja ya que dependemos directamente del tiempo para organizar nuestras vidas a la vez que buscamos luchar contra él. Siempre intentamos huir de las manecillas que nos agobian pues simbolizan una carrera literalmente contra reloj. Hoy en día, el reloj es una representación autoritaria del estrés. Si el tiempo se nos agota, recibimos un castigo. Si no hacemos algo en un tiempo establecido, nos agobiamos por la falta de tiempo. Y es esto, la falta de tiempo, lo que los humanos buscamos remediar constantemente. ¿Más tiempo para qué? Si consiguiéramos más tiempo, lo malgastaríamos de nuevo con la invención de nuevos medios de estrés, pues vivimos en una sociedad ajetreada en la que uno ya no puede detenerse unos segundos a ver la vida pasar. Es todo acción e inmediatez, hemos llegado al punto en el que se debe de estar ocupado las veinticuatro horas del día. Creo que el artista, al representar relojes tumbados en el suelo como atraídos por la gravedad, quiere mostrarnos el peso y la presión del paso del tiempo que nosotros mismos hemos creado.
Esta era la atracción principal de la exposición. Al rededor de esta sala el artista ha situado diversas proyecciones retocadas y montadas por él mismo de lo más variopintas, resultando incluso cómicas. De nuevo, al principio uno no sabe qué opinar, si no que debe meditarlo tranquilamente. Comentaré varias proyecciones allí expuestas.
La primera y -sin duda- la más cómica, es un montaje que el artista ha realizado en el que aparecen dos motoristas en una carrera, cuyo circuito es ni más ni menos que el Museo del Prado. Realmente sentí mucha curiosidad por cómo estaba hecha la grabación, pues a pesar de que claramente se apreciaba el montaje, estaba decentemente bien hecho. Quizás Ampudia quería enseñarnos qué es hoy en día una visita a un museo. Una carrera en la que uno debe sortear al resto de visitantes, pues es el resultado de la masificación de personas que acuden a los museos. Incluso me sentí algo identificada con el vídeo, pues uno siente la necesidad de huir rápido del museo de turno para escapar de las masas que se amontonan en torno a las obras. Al menos, es la interpretación que yo le he dado.
Otra proyección, igual de curiosa, cómica y de misma calidad de montaje, es la de un partido de fútbol común en el que la pelota es un libro.
El libro pasa de unos pies a otros siendo maltratado y pateado, siendo perseguido por todos los jugadores que ansían tenerlo en sus manos (más bien pies). Podemos darle dos significados. Bien podría ser una representación de la lucha por el conocimiento. Si la manifestación más clara del tiempo es un reloj, la del conocimiento es un libro. Los jugadores corren a trompicones uno detrás de otro para arrebatarse entre ellos el libro, que se interpretaría como la sabiduría y el conocimiento. Es por tanto, una lucha por conseguir el poder que otorga el conocimiento. Yo prefiero darle la interpretación más nietzscheana: hoy en día el conocimiento ha pasado a un segundo plano debido a la masificación y globalización de las tecnologías. Cada vez es más raro ver libros, pues todo son pantallas con letras a las que prácticamente todo el mundo puede acceder. El valor del conocimiento se está perdiendo, pues con las tecnologías cualquiera puede memorizar parrafadas que luego expulsará en una reunión colgándose la etiqueta de culto. Parece la visión de una sociedad en la que el elemento del libro es tan extraño que se utiliza como un objeto de entretenimiento con el que jugar para ganar. Literalmente están pateando el conocimiento, el libro está tirado en el suelo quedando claramente inferior a la figura del hombre. El hombre se antepone al conocimiento.
La siguiente proyección también es deportiva. Varias personas corren a lo largo de la pista de carreras para proceder a saltar con una jabalina, intentando sobre volar una barra con una altura considerable. Lo gracioso es que el obstáculo por el que deben pasar por encima, es un cuadro de Velázquez. Concretamente, La rendición de Breda. ¿Qué conclusión sacamos aquí? Creo que como en la proyección anterior, simboliza que el hombre está por encima del arte (otra importante representación del conocimiento). Al conseguir saltar por encima del cuadro, se está esquivando directamente el arte. Como si hoy en día ya nada importase, ni siquiera el arte, pues hoy en día todo es una carrera competitiva en la que el individuo busca ser el número uno, ganar importancia y ser destacado. El medio para ello, es lo de menos.
Estas tres proyecciones tienen dos rasgos en común pues fusionan tanto el deporte como el arte. ¿Acaso Ampudia intenta decirnos que hoy en día el conocimiento artístico solo puede llegar a la población a través de una cultura de masas como es el deporte? Puede que sí, puede que intente hablar de la globalización del conocimiento que ha provocado una disminución del valor del mismo.
Las dos siguientes estancias eran baldas llenas de libros con proyecciones de fuego, como si se estuvieran quemando los libros. Es tan literal que ni lo voy a comentar. De nuevo, la desvalorización del conocimiento.
Otra proyección curiosa es un montaje del museo Solomon R. Guggenheim convertido en un cohete que se proyecta al espacio. Me encantaría decir que es una representación de que los museos son lugares que transforman su atmósfera interior y que nos transportan a otro espacio, alejándonos del exterior mundano. Sin embargo, esto me parece demasiado literal, pero no sé que otra interpretación darle.
Para finalizar el recorrido de esta sala, la sorpresa jugó conmigo. Un rectángulo con cuatro botones proyectaba objetos aleatorios (entre ellos obras de arte como la Mona Lisa) que caían lentamente uno encima de otro, hasta cubrir toda la pared. Me quedé un rato observándolo esperando una respuesta, pero nada ocurría hasta que perdí el interés y me dirigí a otra proyección. Cuál fue mi sorpresa que al darle una segunda oportunidad descubrimos que el espectador podía interactuar con la obra. Más que interactuar, ejecuta directamente la obra. Mediante los cuatro botones, el visitante puede mover y rotar los objetos que van cayendo para encajarlos entre ellos de tal manera que se vayan eliminando. Es decir, Ampudia nos ha traído un tetrix en formato obra de arte de lo más original. Reconozco que me tiré más tiempo del que estoy dispuesta a reconocer jugando con su obra.
Una sala más nos esperaba en la planta superior, pero esta me pareció mucho menos original y reflexiva. La sala tiene dos pasillos con una tenue iluminación en la que lo que más se puede encontrar son colchones color beis tirados en el suelo. Los colchones no eran la obra de arte en sí, de hecho se situaban aposta para que el espectador se acomodara recelosamente en ellos. He de reconocer que me creí que era la obra en sí, pues con esto del arte contemporáneo ya me ha pasado que he confundido una "obra de arte" con un objeto en el que me podía sentar. Esta obra llamada Dónde dormir nos muestras diversas proyecciones que el visitante observar desde los colchones. En los vídeos, el mismo hombre duerme en un triste saco de dormir en distintos lugares como el Museo del Prado, una sala del IFEMA, la Alhambra, la renacentista iglesia San Pietro in Montorio.... Resulta cómico como duerme de una manera cochambrosa en lugares con ese glamour artístico.
Creo que es lo que trataba de comunicar el autor, que en realidad cualquier sitio es válido para dormir. Revela una triste realidad de personas que no poseen un techo bajo el que dormir, por lo que cualquier espacio se convertirá a la fuerza en el lugar de descanso de una persona. También puede interpretarse como que estos distintos espacios artísticos son el hogar del autor, un espacio en el que se siente seguro y cómodo. Un hogar en el que dormir plácidamente.
En esta misma sala encontramos en una esquina un tímido colchón con un cuaderno y un puñado de avellanas junto a él. En el colchón se proyectan en movimiento un revoltijo de sábanas que se arremolinan aleatoriamente. Desde lejos resulta una visión realmente bonita, pues se aprecia un colchón que brilla mágicamente de manera intermitente.
La verdad que mi opinión sobre esta exposición ha ido cambiando, pues ha pasado de la confusión a la risa, y de la risa al interés y a la satisfacción. Puede que todas las reflexiones que aquí he plasmado no tengan nada que ver con la intención real, pero esto es lo bonito del arte, pues es un libre albedrío de interpretación. Es una obra que debe de meditarse y pensarse, pues si no, uno saldrá igual que llegó. De hecho, saldrá consternado y sin ninguna opinión productiva. Después de analizarla, he de decir que me ha parecido una exposición interesante y original. El formato en el que se ha realizado también me ha parecido curioso. En definitiva, salí bastante satisfecha de la galería.
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