3ª Visita (Visita Obligatoria): Doce fotógrafos en el Museo del Prado.

Doce fotógrafos en el Museo del Prado.

Visita Obligatoria


Visita realizada el sábado 29 de septiembre de 2018.


 Esta exposición tiene la intención de mostrar la fusión creativa entre el arte del pasado con el actual, y las inspiraciones que ello produce. Se reúnen veinticuatro fotografías de diversos artistas con estilos totalmente distintos. Hay ciertas imágenes realmente interesantes y originales, que combinan obras que la institución del Prado reúne con técnicas digitales actuales, o dislocan la propia obra hasta adquirir otro significado distinto.

 Sin embargo, otras obras tenían un carácter conformista y mediocre, sin mensaje alguno. Por ejemplo, las fotografías de Aitor Ortiz llamada Exposición Temporal. Las dos imágenes muestran, en una escala de grises de lo más simple, una habitación vacía que alberga obras de exposiciones temporales (como su propio nombre indica). Esto quiere dar a entender que la propia sala que en la imagen se muestra desnuda, libre de lienzos y marcos, es una obra de arte en sí (o eso figuré yo). En resumen, una fotografía mediocre que no llega a decir nada usando una excusa lírica.

 Otra fotografía que se añade al grupo de la obra anterior son las de la fotógrafa Chema Madoz. Esta utiliza de nuevo una escala de grises para mostrar mediante imágenes unos marcos que encuadran las obras del Prado, para luego formar con estos una escuadra y cartabón. Esto da a entender el aire clásico y academicista del museo. La sensación que me dejó fue de un intento fallido.

 Entre otras fotografías interesantes en su justa medida, encontramos algunas imágenes algo más sobresalientes. Llaman la atención las obras de Javier Campano o Pilar Pequeño, que combinaban fotografías digitales con fragmentos de cuadros de artistas como Francisco de Zurbarán, jugando con la capacidad del espectador para distinguir entre lo que es una pincelada barroca y lo que es un bit de información digital.

 Ahora pasaré a comentar las obras que realmente me gustaron y que me hicieron observarlas detenidamente, pues planteaban cierta dificultad para comprender en su totalidad lo que el ojo ve. Empezando por la fantástica originalidad de Javier Vallhonrat, en sus impresiones sobre papel Goya y Patinir. A primera vista da la impresión de ser un rompecabezas, pues ante ti se presentan una serie de imágenes superpuestas y enlazadas entre sí ofreciendo en su conjunto una imagen mayor. El autor saca una fotografía a un paisaje de hojarasca y ramas a ras de suelo, para fragmentar la imagen y proceder a enlazarla y descoyuntarla con fragmentos de cuadros de paisajes de Goya y Patinir, creando un nuevo paisaje. Realmente único y genial. 

 Después, uno se topa con las fotografías de Isabel Muñoz. La fotógrafa muestra dos obras, San Hermenegildo y La Ascensión, fototipias sobre papel Gampi (lo cual no sé qué es). En ambas, hace sumergirse en el agua a dos bailarines mientras se hunden con gráciles movimientos. Sin embargo, la imagen da el sentido opuesto pues entre el intenso color, los contrastes de luz a través del agua y los movimientos que parecen ser ingrávidos, da la sensación de ser almas ascendiendo al cielo (intención del artista). Ambas, imágenes muy preciosas. 

 Pasamos a otra obra que juega con la percepción y el desorden visual, lo cual exige un esfuerzo por parte del espectador para apreciar la imagen (buena técnica para que haya una interacción directa entre la obra y el visitante). Alberto García Aix nos ofrece su versión sobre El Descendimiento del gótico flamenco Roger Van Der Weyden. No entendí exactamente cómo esta realizada la imagen, pero creo que la técnica se basa en sacar fotografías de distintas partes del cuadro en el mismo negativo, dando lugar a un puzle gótico religioso. La imagen muestra los elementos claves del cuadro como son el rostro y la mano de María desmayada, el pie de un Cristo bajado de la cruz y la calavera que simboliza la muerte que rodea el cuadro. Resulta muy interesante por la técnica con la que esta realizada la fotografía, así como el cuadro escogido para ello, que además es de los pocos cuadros religiosos que me gustan.

 Para finalizar vemos la Endogamia de Cristina de Middel, en la que se observa de nuevo el recurrido recurso de la superposición de imágenes. No obstante, aquí posee una intención satírica y burlesca. La autora superpone  retratos de la realeza para ofrecer rostros resultantes de la mezcla de los mismos miembros de la familia, haciendo una crítica a la tendencia que había de cruzar los mismos genes.

Concluyendo, una visita breve pero cuanto menos interesante, pues se combinan técnicas muy novedosas con obras de culto para ofrecer un aspecto o significado distinto de las propias obras al combinarse con los recursos y la mentalidad actuales.

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